Ethan Edwards es un veterano de la guerra de Secesión norte-americana que debe rescatar a su sobrina de los indios. Al regreso de su interminable periplo, el personaje de John Wayne sigue sin haber encontrado lo que realmente anhela.
El punto de vista a través del marco de la puerta sugiere la situación de destierro espiritual (y físico) en que se encuentra Ethan. No pertecenece a la casa, no tiene hogar; está fuera, apartado. Le corresponde errar en el desierto en busca de sí mismo, de la paz, del consuelo. Un único plano casi fijo con movimiento interno de personajes (los gestos son clave) basta para esbozar el amargo destino del protagonista. Un plano gemelo del que da comienzo a la historia, y que por tanto cierra el círculo del drama.
Uno de los finales más demoledores y sublimes de la Historia del cine: no hacen falta las palabras, la vida (espontánea, silenciosa) aparece en toda su pureza. Se dice que pocos directores han conseguido unir fondo y forma con la misma armonía que John Ford. Aparte de ser una buena muestra de ello, este primer post sirve como declaración de intenciones sobre el espíritu del blog.
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